Conforme aumenta nuestra grasa corporal y a partir de ciertos límites, pueden empezar a aparecer alteraciones asociadas como resistencia a la insulina, inflamación sistémica, estrés oxidativo, etc., que además ejercen un papel de retroalimentación positiva entre ellas, agravando el problema y haciéndolo perpetuo en el tiempo. Por tanto, el sobrepeso y la obesidad están directamente relacionadas con alteraciones metabólicas.
Pero no solo se trata de la cantidad de grasa corporal, sino de donde se acumule. El fenotipo de obesidad abdominal, implica un mayor acúmulo de grasa visceral y por tanto, un mayor riesgo de padecer síndrome metabólico y patologías asociadas como diabetes tipo 2, dislipemia aterogénica, osteoartritis, enfermedades cardiovasculares o cáncer.
Habitualmente, siempre se han asociado estos problemas metabólicos con el exceso de grasa visceral, más que con el tejido adiposo subcutáneo debido a su menor actividad metabólica, menor emisión de citoquinas inflamatorias y mayor producción de leptina. Pero incluso este depósito más o menos adecuado para albergar los excesos nutricionales podría resultar problemático, sobre todo cuando se sufre alteraciones como la hipertrofia de sus adipocitos, hipoxia y necro-apoptosis.
Y este es el motivo por el cuál, tras una cirugía de liposucción donde se elimina gran parte del tejido adiposo subcutáneo, si no se modifican los hábitos de vida (ejercicio, alimentación, estrés crónico, etc.) y se sigue en condiciones de balance energético positivo, existe la posibilidad de un aumento en la acumulación de grasa en el tejido adiposo visceral, ya que al eliminar de repente adipocitos del tejido adiposo subcutáneo el exceso de grasa tenderá a cumularse en los adipocitos del tejido adiposo visceral. Por tanto, pese a perder grasa por la liposucción, no habrá mejora de dichas alteraciones metabólicas e incluso pueden empeorar.