Uno de los grandes problemas a la hora de leer e interpretar estudios para aplicarlos en la práctica diaria, es que se pierde el foco de la jerarquía de importancia en los procesos fisiológicos. Se establecen protocolos en base a pequeños hechos fisiológicos y se olvidan los que de verdad importan. También se establecen protocolos en humanos en base a estudios mecanicistas y si algo sabemos de fisiología y bioquímica es que no siempre el mecanismo representa el efecto biológico esperado.
Para que lo entienda todo el mundo: si queremos que nuestro coche sea más rápido, empezaremos a buscar y a leer cómo podemos hacerlo. Encontraremos muchas formas de hacerlo. Podemos centrarnos en cambiarle piezas del motor, hacerlo más aerodinámico, ponerle un turbo…. Esto nos hará creer que esas cosas son las más importantes para que el coche sea más rápido y estaremos centrados y empeñados por ejemplo en cómo conseguir el mejor carburador, como hacerlo más eficiente, etc.
Podemos hacernos expertos en carburadores y diseñar protocolos para mejorar el carburador. Sin embargo, aunque tengamos el mejor carburador del mundo, el coche nunca será rápido si no le ponemos gasolina o si no tiene ruedas. Si, a veces lo más simple, lo más básico, es lo más importante.
Ahora podéis extrapolar este ejemplo a correr en ayunas para perder grasa, rayarte la cabeza por si es mejor hacer ayunos de 14, 16 o 18 horas, preguntarte si es mejor desayunar avena o pan de centeno, si es mejor dieta cetogénica o mediterránea, saber si el café rompe el ayuno o no, no tomar carbohidratos a partir de las 18:00 de la tarde, etc., y olvidarnos de lo que realmente importa para perder grasa.
También se puede extrapolar a si es mejor la proteína aislada o la concentrada para ganar masa muscular, contar exactamente los segundos que hay que descansar entre series de fuerza, preocuparte por si tomar la yema de ese huevo o tomar solo las claras o preocuparte por si es mejor leche entera o desnatada…
Esto es lo que veo constantemente en redes sociales y en mi opinión sabotea el pensamiento de los lectores (y los divulgadores) y pierden el foco de la jerarquía fisiológica.