Aunque lo habitual es tener solo en cuenta la cantidad de grasa total que tenemos almacenada en nuestro cuerpo, la realidad es que para determinar el impacto de esta en nuestra salud es tanto, o más importante, el lugar del cuerpo donde esté ubicado este exceso de grasa. A esto le llamamos «lipodistribución».
A grandes rasgos, podemos distinguir 4 tipos de grasa según el lugar del organismo donde se deposita. Las describo a continuación en orden de más a menos saludable:
Grasa subcutánea: se encuentra bajo la piel y es el principal tipo de grasa acumulada. Aunque es la más visible y la que no nos gusta estéticamente hablando, es la forma más saludable de acumular grasa en el cuerpo (aunque sin esta es excesiva también puede suponer problemas de salud a largo plazo).
Grasa subcutánea abdominal: este depósito de grasa realmente pertenece a la grasa subcutánea, sólo que localizada en la zona de la barriga. En más frecuente en hombres y supone un mayor riesgo para la salud que otros depósitos de grasa subcutánea. En mujeres, es más habitual acumular grasa en caderas y glúteos, lo cuál aunque no suele gustar estéticamente hablando realmente es una forma mucho más saludable que acumular grasa en el abdomen
Grasa visceral: la grasa visceral es un depósito de grasa formado en el interior del abdomen, alrededor de los órganos internos, por lo que no se ve a simple vista y no es subcutánea. Mientras que la grasa subcutánea plantea problemas estéticos, la rasa visceral está relacionada con problemas de salud mucho más peligrosos, entre ellos la resistencia a la insulina, las enfermedades cardiovasculares o la diabetes tipo 2.
Grasa ectópica: en determinados contextos (sedentarismo, mala alimentación, obesidad, etcétera) la grasa puede depositarse en zonas o tejidos no preparados para su acumulación (ectópicos), lo que provoca daño y disfunción en estos tejidos. Este tipo de grasa tampoco se ve a simple vista. La acumulación de grasa en el hígado, el páncreas, corazón, arterias o en los músculos es un fuerte predictor de la resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular, hígado graso y otros problemas metabólicos.