La obesidad es multifactorial, crónica y compleja. Factores fisiológicos, psicológicos, emocionales, conductuales, genéticos y socioeconómicos se dan la mano en la etiología de la obesidad. Decir que la obesidad es por vagancia es un reduccionismo enorme que además aumenta el estigma de la obesidad. La falta de voluntad es casi más una consecuencia que una causa real y entendiéndola como causa sólo supondría un pequeño porcentaje.

En el la primera parte de estos artículos relacionados con la obesidad hablé solo de uno de ellos, pero hay muchos más. El estrés crónico, la ansiedad o la depresión son desencadenantes de la obesidad (aunque no seas un vago). No solo porque aumentan el deseo por comida basura, sino porque puede llevar a lo que conoce como “hiporreactividad” (baja respuesta al estrés agudo). Este es uno de los motivos por el cual tras sufrir una etapa de estrés o ansiedad, nos encontramos cansados, desmotivados, depresivos o aparece falta de perseverancia. Ello hace que comas más y que te muevas menos. ¿Vagos? No, es una reacción fisiológica asociada a fatiga crónica.

Esto significa que al cerebro de muchas personas con obesidad le cuesta muchísimo más moverse que a las personas delgadas. Corre una maratón y al acabar intenta ir al gimnasio. Quizás así podamos entender cómo se siente una persona con obesidad cuando alguien le dice “muévete más”.

Por otro lado, la inflamación crónica asociada a la obesidad, conlleva un estado de lasitud o conducta de enfermedad para asegurar una inmunidad efectiva. Esto implica cambios fisiológicos y hormonales para derivar toda la energía a las células del sistema inmune, provocando una fatiga enorme. La lasitud genera una expresión facial característica (músculos faciales flojos, párpados y labios caídos, etc) típica de la obesidad.

La lasitud ocurre incluso aunque no haya una enfermedad orgánica, sino mental. Treadway et al 2019, explica en su estudio que bajo un estado de inflamación, se ve alterada la liberación y captación de dopamina en el cerebro, llevando a la pérdida de motivación, depresión, etc. Por tanto, no, no es fácil que una persona con obesidad o enfermedad crónica haga ejercicio.

No juzguemos, estudiemos para comprender.

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