Es fundamental estudiar la fisiología en todas sus ramificaciones para poder luego interpretar y poner en práctica intervenciones robustas y basadas en la evidencia científica. En este post voy a hablar de la hipertrofia muscular.
Sabemos que las fibras tipo II presentan una mayor hipertrofia muscular inducida por el entrenamiento de fuerza en comparación con las fibras tipo I. Ambas se hipertrofian, pero no en la misma medida. De hecho, los procesos que conducen a la hipertrofia muscular de las fibras tipo I y tipo II no son exactamente iguales.
Por ejemplo, las fibras de tipo II pueden obtener más del 30% de hipertrofia y un aumento del 29% en el tamaño del dominio mionuclear sin un aumento notable en el número de mionúcleos. Sin embargo, las fibras tipo I, responden a la hipertrofia por aumento del número de mionúcleos en lugar de expandir el tamaño del dominio mionuclear (Aman et al 2021). Esto es debido a que las fibras tipo I tienen mayor actividad metabólica que las fibras de Tipo II.
Otro aspecto relevante es saber que la tensión mecánica que las células musculares reciben al entrenar fuerza, puede ser transversal o longitudinal.
Esto explica por qué algunos estudios muestran ligera hipertrofia muscular tras sesiones de estiramientos en sujetos con patologías y/o encamados (Germain et al 2022).
Y hablando de cosas longitudinales, es adecuado saber que el aumento del tamaño muscular no sólo se debe a un aumento de sarcómeros en paralelo (conocida como hipertrofia sarcomérica), sino que también una pequeña parte se debe a un aumento de los sarcómeros en serie, es decir, longitudinalmente. Esto significa que las fibras pueden aumentar también su longitud además de su tamaño. En un estudio basado en datos de Roy & Edgerton (1995), se concluyó que al menos un 13% de la hipertrofia se debió a un aumento en la longitud de la fibra (Jorgenson et al 2019).
Luego está el tema de la hipertrofia sarcoplasmática, pero eso lo dejo para otro post si eso…