
Aceites vegetales: ¿qué son?
Cuando hablamos de aceites vegetales, nos referimos a las grasas extraídas de diferentes partes de plantas, como semillas, frutos o nueces. Algunos ejemplos populares son el aceite de girasol, aceite de lino, aceite de canola y, por supuesto, el aceite de oliva virgen extra.
Es importante entender que bajo esta denominación entran múltiples tipos de aceites con composiciones muy diferentes, tanto en su perfil de ácidos grasos como en su impacto en la salud.
Beneficios de los aceites vegetales
Los beneficios de los aceites vegetales dependen en gran medida del tipo de aceite y del método de extracción utilizado. Los aceites vírgenes, prensados en frío, conservan compuestos bioactivos como antioxidantes y polifenoles que pueden ofrecer propiedades antiinflamatorias, cardioprotectoras y metabólicas.
Por ejemplo, el aceite de oliva virgen extra, considerado uno de los mejores aceites del mundo, ha demostrado tener efectos beneficiosos sobre la salud cardiovascular, el control de la inflamación y la prevención de enfermedades crónicas.
Los aceites ricos en grasas poliinsaturadas, como el ácido linoleico (omega-6), también han mostrado, en estudios de alta calidad, beneficios metabólicos:
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Reducción de los niveles de colesterol LDL.
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Disminución de la inflamación sistémica cuando sustituyen a las grasas saturadas.
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Mejora del perfil hepático y del metabolismo, independientemente de la pérdida de peso.
Aceites vegetales inflamatorios: ¿mito o realidad?
En los últimos años, los aceites vegetales han ganado mala fama, sobre todo en redes sociales, donde algunos divulgadores los han señalado como proinflamatorios. Sin embargo, esta creencia simplifica en exceso un tema mucho más complejo.
¿De verdad los aceites vegetales son inflamatorios? En este vídeo, Ismael Galancho desmiente esta idea desde la evidencia científica, explicando por qué el contexto nutricional importa más que el tipo de ácido graso.
Parte de esta confusión se debe al nutricionismo, un enfoque que analiza los alimentos únicamente en función de uno de sus componentes aislados, sin considerar la matriz completa del alimento.
Por ejemplo, aunque el aceite de oliva contiene aproximadamente un 14% de ácido palmítico —un ácido graso saturado que de forma aislada podría tener un efecto proinflamatorio—, el conjunto de su matriz nutricional, rica en antioxidantes y ácidos grasos monoinsaturados, produce un efecto general antiinflamatorio.
Lo mismo ocurre con los aceites vegetales ricos en omega-6. Aunque tradicionalmente se ha dicho que los omega-6 son proinflamatorios y los omega-3 antiinflamatorios, la realidad es mucho más matizada.
La evidencia científica actual muestra que un aumento en el consumo de ácido linoleico (el principal omega-6 en la dieta) no eleva los marcadores inflamatorios en sangre. Incluso se ha observado que reemplazar grasas saturadas por grasas ricas en omega-6 puede disminuir la inflamación y mejorar el estado metabólico.
¿Dónde está entonces el problema?
El verdadero problema no es consumir aceites vegetales, sino qué tipo de aceite consumimos:
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Aceites refinados (ya sean de girasol, maíz o incluso de oliva) se someten a procesos de alta temperatura y uso de disolventes químicos como el hexano, lo que altera su estructura y reduce su contenido de compuestos bioactivos. Estos aceites, además, pueden volverse más propensos a la oxidación y potencialmente promover procesos inflamatorios, sobre todo cuando se utilizan en frituras comerciales.
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Aceites vírgenes o prensados en frío conservan sus propiedades beneficiosas. No son sometidos a procesos de desodorización, blanqueo o refinado, manteniendo intactos sus antioxidantes naturales.
Por lo tanto, no todos los aceites vegetales son iguales. Consumir aceites vegetales de calidad (vírgenes, de primera presión en frío) puede ser no solo seguro, sino beneficioso para la salud.
Conclusión
El miedo generalizado hacia los aceites vegetales carece de fundamento científico sólido cuando hablamos de aceites de calidad.
La evidencia disponible indica que su consumo, especialmente si reemplaza grasas saturadas en la dieta, puede contribuir a mejorar la inflamación sistémica y la salud metabólica.
Cuando elijas un aceite vegetal, prioriza siempre versiones vírgenes y mínimamente procesadas, y limita los aceites refinados o expuestos a altas temperaturas.
En definitiva: no se trata de eliminar los aceites vegetales de la dieta, sino de elegir sabiamente qué tipo de aceite consumimos.
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Este artículo ha sido redactado por el equipo de Ismael Galancho Partners.