La señal para realizar la contracción muscular se origina en el cerebro, específicamente en la corteza motora. Por lo tanto, no es sorprendente que el esfuerzo mental asociado a la realización del entrenamiento de fuerza sea en sí mismo un estímulo para el aumento de la fuerza (Barry et al 2022). El poder de la mente…
Como evidencia de ello, las contracciones musculares imaginarias realizadas en ausencia de contracciones musculares reales o físicas (también conocidas como entrenamiento de imágenes motoras) aumentan efectivamente la fuerza (Paravlic et al 2018).
Además, estas mejoras van acompañadas de cambios fisiológicos neurales, lo que indica que las ganancias de fuerza no son simplemente el resultado de factores psicológicos o motivacionales.
De hecho, cuando no disponemos de cargas suficientes para entrenar (por ejemplo, en casa durante la pandemia), el hecho de entrenar fuerza con poco peso pero haciendo un mayor “esfuerzo” mental durante el entrenamiento puede producir mayores ganancias de fuerza en comparación con un entrenamiento de menor esfuerzo mental, a pesar de la misma producción de fuerza externa y la misma duración de la contracción muscular (Jiang et al 2017).
Un estudio (Iacono et al 2021) demostró que el entrenamiento con imágenes motoras preserva por completo (y de hecho mejora ligeramente) en atletas profesionales que no pueden acceder a las instalaciones de entrenamiento debido al reciente brote de coronavirus.
Esto es también muy interesante para mantener la fuerza durante lesiones, inmovilización o enfermedad. De hecho, este estudio demostró que las imágenes motoras atenúan la pérdida de fuerza aproximadamente a la mitad (Clark et al 2015).
Estos hallazgos indican que el esfuerzo mental estimula de manera independiente las ganancias de fuerza.