Trabajo, buen salario, éxito profesional y social, reconocimiento, familia, hijos, casa, coche, imagen, buen físico, buena salud… Todas estas son exigencias de la sociedad contemporánea. Son las expectativas de vida ideal de las sociedades desarrolladas actuales. Autoexigencia diaria y continua.
A día de hoy, hemos idealizado el estrés. Alguien con poco tiempo, que siempre está trabajando, que tiene muchas reuniones y viajes está considerado como alguien de éxito. Pero, ¿qué es realmente el éxito? Una pregunta que siempre me hago. Es una mala pregunta. La pregunta correcta sería, ¿qué es el éxito para ti? Dónde unos dicen dinero, otros dicen salud. Donde unos dicen reconocimiento, otros dicen felicidad. El éxito no es universal ni único. Pero eso sí, todos lo buscamos, aunque ni siquiera sepamos que es el éxito para nosotros mismos.
Esta incesante búsqueda de éxito requiere un coste energético alto, muy alto. El cerebro ha sido, y es, el jefe de la manada. Primero come él, luego el resto. Cuando tenemos a nuestro cerebro muy ocupado, estresado o ansioso por el devenir de nuestro día a día, debido a esas múltiples expectativas tan exigentes y tan mentalmente demandantes, surge una alta necesidad energética de nuestro cerebro. Quita energía a otros procesos o tejidos para obtener la energía necesaria para el alto costo energético. El cerebro consume hasta más del 25% de nuestra energía. Más aún si hay estrés o ansiedad.
Esto implica aumento de la fatiga, pérdida de concentración y falta de memoria. Nuestro cerebro buscará energía y dopamina rápida a través de la comida… Pero, además, implica alteraciones sistémicas. Provoca resistencia a la insulina periférica (el cerebro necesita la glucosa para él), disminución de la testosterona (no hay energía para procrear), disminución de las hormonas tiroideas para disminuir el metabolismo (no es momento de moverse, el cerebro necesita pensar en nuestro futuro y en el éxito) y así hasta un sinfín de “ajustes”.
¿Son las expectativas los verdaderos culpables de la epidemia de obesidad? Sin duda, son grandes protagonistas. Pero ya sabéis que no existen culpables únicos en esto de la obesidad.