La alimentación se ha convertido en una ideología. El problema de esto, como bien dice Carl Cederstrom, es que cuando algo se convierte en ideología, no seguir su camino se convierte en un estigma.
Divulgar, promover y fomentar los hábitos de vida saludables es necesario, y casi obligatorio, para los que nos dedicamos a ello. Sin embargo, en el momento en que se pasa de informar y concienciar a criticar y cuestionar, no se hace un favor a nadie.
Gente criticando las cestas de la compra de otros, blasfemando fotos de comida en Instagram por contener algún procesado, insultando a quien edulcora su café o influencers más basados en el adoctrinamiento de sus seguidores, en base a sus creencias propias o estilos de vida, que en informar sobre realidades científicas. Pero no sólo ocurre con la alimentación. Estigmatizar a quien dice que no tiene tiempo de hacer ejercicio en lugar de informarle y proponerle soluciones, insultar a quien se vacuna (o a quien no se vacuna) o tachar de desvergonzado a quien trasnocha.
Hoy he visto un gracioso video (como siempre) de @pantomimafull donde en uno de sus geniales textos que acompañan a sus farsas decían “cuidado con disfrutar”. La divulgación en salud ha derivado en una política del miedo y del sufrimiento. Se generan miedos a alimentos que son saludables, se sataniza cualquier alimento palatable o mínimamente procesado, se tilda de falta de voluntad a quien no se deja la vida entrenando y no tiene un físico musculado y magro, se demoniza a quien disfruta de un buen helado, vino o cerveza puntualmente y se ve como blasfemia a aquellos que disfrutan de una buena fiesta con amigos.
La salud (y la vida), al menos como yo lo veo, es otra cosa…