La restricción del sueño es una lacra en la sociedad actual. La televisión, Internet y la exposición a pantallas, junto con un mayor uso de cafeína y un estilo de vida más agitado, ha afectado al sueño y ha alterado los ritmos circadianos naturales.

¿Cuántas horas de sueño se recomiendan?

Por lo general, se recomiendan 8 horas de sueño para que la mayoría de las personas. Aunque las investigaciones han sugerido que muchas personas no suelen dormir tanto. Dormir menos de 6 horas se ha correlacionado con alteraciones metabólicas, trastornos de ansiedad, depresión y mayor riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas con el tiempo.

Posteriormente, algunos estudios vieron que esas 8 horas no era un número “mágico”, siendo que el intervalo recomendado estaría entre 7 y 9 horas, en función de la persona. Pero alguno estudios han concluido que realmente no necesitamos tantas horas de sueño, y que el problema está más asociado al cuándo y cómo dormimos más que al cuánto (Dong et al 2022).

Y aquí me surgió la duda… ¿Realmente dormimos menos que nuestros ancestros? ¿Cómo dormían los humanos antes de la era moderna?

¿Dormimos menos que nuestros ancestros?

Encontré un estudio muy interesante (Yestish et al 2015), que examinó la duración y momento del sueño en relación la luz natural en 3 tribus ancestrales: los Hadza, los Tsimane y los Kalahari San.

Y los resultados fueron sorprendentes… Las 3 tribus tenían patrones de sueño muy parecidos entre ellas, pese a ser tribus muy distintas, lo que sugiere que tenemos un patrón ancestral de sueño bastante definido con independencia de los aspectos culturales o ambientales. Pero lo más sorprendente de todo es que el tiempo de sueño en las 3 tribus fue de entre 5,7 y 7,1 horas. Esto es menos de lo que se supone que debemos dormir. Por tanto, no duermen más que nosotros. Incluso se podría decir que duermen menos. Ahora bien, no se despiertan regularmente en medio de la noche, por lo que la calidad de su sueño es buena.

En cuanto al momento de dormir, las 3 tribus comenzaban a dormir una media unas 3,3 horas después de anochecer. O sea, que se acostaban mucho después de la puesta de sol. Eso sí, el despertar solía ser antes del amanecer. La exposición a la luz solar fue máxima en la mañana y disminuyó considerablemente al medio día, lo que asegura la activación del núcleo supraquiasmático y la glándula pineal (regula la melatonina).

Este estudio se relaciona con otros que concluyen que no se trata tanto del cuánto dormimos (que también), sino de cómo y cuándo. Parece que despertar temprano es más importante que acostarse tarde (seguramente por la exposición temprana a la luz solar que regula los ciclos circadianos y mejora la calidad del sueño.

Quizás, imitar estos patrones de sueño puede ser eficaz para tratar ciertos trastornos modernos del sueño y conseguir dormir mejor.

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