Entre las hipótesis más aceptadas de cómo el ser humano consiguió distinguirse de sus parientes simios para ser más inteligente, se encuentran varios hechos.
Sin duda, el descubrimiento del fuego es el más popular. Cocinar los alimentos hizo que estos fueran más digeribles. Esto hizo que se redujera el tamaño del intestino y necesitáramos menos energía para obtener nutrientes de alimentos, lo cual dejaba más energía que era destinada a nuestro cerebro.
Además, al digerir mejor las comidas, pasábamos menos tiempo masticando que nuestros hermanos los chimpancés. Este “tiempo libre” se dedicaba a buscar más alimentos.
Sin embargo, un hecho menos conocido de por qué nuestro cerebro se desarrolló más que el de otros simios, es el hecho de que al destinar más energía a nuestro cerebro y menos a nuestro intestino, nuestro cerebro tuvo una serie de adaptaciones.
Los genes SLC2 A1 y SLC2 A4 codifican los transportadores de glucosa GLUT-1 y GLUT-4, respectivamente. Un aumento en la cantidad de GLUT-1 y GLUT-4 da como resultado una mayor captación de glucosa por parte de un tejido determinado. Pues bien, se han encontrado cambios en la expresión de estos transportadores en la corteza cerebral y el músculo de humanos y chimpancés (Fedrigo et al 2011). En humanos, la expresión de GLUT-4 en la corteza cerebral es mayor que en chimpancés. Esto significa que nuestro cerebro obtiene más energía de la glucosa que el cerebro de los chimpancés. Los GLUT-1 no dependen de la insulina y tienen una gran afinidad por las moléculas de glucosa. Esto asegura que el cerebro reciba niveles de glucosa adecuados para su correcto funcionamiento (Palma-Morales et al 2022).
A la contra, la expresión de GLUT-4 en el músculo es mayor en los chimpancés que en los humanos, por lo que la energía en estos primates se dirige preferentemente al músculo. Esto significa que cambiamos el suministro de energía (glucosa) del músculo hacia el cerebro, lo cual permitió el crecimiento del mismo (Palma-Morales et al 2022)
En otras palabras, cambiamos razonar/pensar por huir/luchar.
Nuestro cerebro puede funcionar con cuerpos cetónicos, pero era el “modo reserva” para cuando había escasez de alimentos.