A día de hoy no existe ningún medicamento con tantos efectos potencialmente beneficiosos para la prevención y el tratamiento de tantas patologías como lo es el ejercicio físico. Pero no, lamentablemente, no se le tiene demasiado en cuenta.
Y es que, queramos o no, estamos genéticamente diseñados para movernos. Somos lo que yo llamo movement animals. Hace miles de años, forjamos y «forma» a nuestros genes a través del entorno donde vivíamos. El entorno y el estilo de vida de hace miles de años se correspondía con nuestra genética. Hoy en día esto no ocurre…
El sedentarismo y sus problemas
El cambio brusco al pasar de un estilo de vida muy exigente físicamente hacia un estilo de vida inactivo es el origen de muchas de las enfermedades crónicas generalizadas que son endémicas en nuestra sociedad moderna.
Hoy en día, la comida de la vida moderna, la prosperidad, el desarrollo industrial, las máquinas y otras tecnologías, etc., han sustituido gran parte de la actividad física del ser humano, la cual induce una expresión génica subóptima. Y es que hemos pasado de ser cazadores recolectores activos físicamente a ser consumidores sedentarios.
Los beneficios de la actividad física en nuestro organismo
Existen pruebas abrumadoras de que la actividad física regular tiene beneficios importantes y de amplio alcance para la salud. Estos van desde la reducción del riesgo de enfermedades crónicas, como las enfermedades cardíacas, la diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer, hasta mejorar la pérdida de la funcionalidad mental asociada al envejecimiento, ya que la actividad física retrasa el deterioro cognitivo y es óptima para la salud del cerebro, además de tener amplios beneficios para el resto del cuerpo. Y no solo eso, sino que la actividad física y el ejercicio físico se muestran como una herramienta clave en la prevención y tratamiento de problemas tan frecuentes en la sociedad moderna como la ansiedad y la depresión.
La epidemia de la obesidad
Actualmente, nuestra sociedad se enfrenta al desafío de entender las bases biológicas de la epidemia de la obesidad y muchas enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2. La evidencia científica apoya la conclusión de que la inactividad física es uno de los mayores problemas de salud pública del siglo XXI, e incluso puede ser el más importante. Los datos son preocupantes: la inactividad física aumenta el riesgo relativo de enfermedad cardiaca en un 45%, los accidentes cerebrovasculares en un 60%, la hipertensión en un 30%, y la osteoporosis en un 59%. Esto no es negar la relevancia de otros problemas de salud generados por los malos hábitos de vida, como evidentemente lo son los hábitos alimentarios o la prevención del tabaquismo, por ejemplo, pero es de destacar que el ejercicio, junto con la alimentación, son the Big Two en este sentido.
Sin embargo, no veremos en los medios de comunicación ni en las autopsias decir que el sedentarismo es la causa de muerte. Obvio que no, porque no es la causa directa, pero sí es un componente prioritario en la aparición de las enfermedades que llevan a dicha muerte.
El sedentarismo y la aparición de enfermedades
Con respecto a la influencia del sedentarismo en la aparición de numerosas enfermedades, son especialmente llamativos los hallazgos recientes que muestran una asociación positiva entre el tiempo que se pasa sentado y el riesgo de mortalidad entre los supervivientes de cáncer. Y no solo hablamos de disminuir la mortalidad en pacientes con cáncer, sino también de disminuir significativamente el riesgo de padecerlo.
Además, la INACTIVIDAD FÍSICA es citada como una causa real de enfermedad crónica por los Centros de Control de Enfermedades. Sin embargo, en mi opinión personal, la importancia crucial de la actividad física en la salud sigue estando infravalorada y es poco apreciada por muchas personas en el ámbito de la salud pública y la medicina. Vivimos en un modelo de medicina reactiva basado en la enfermedad, pero no en un modelo basado en la prevención y en la salud.
Como informaron Pedersen y Saltin en 2016, hay pruebas convincentes de que la prescripción de ejercicio sirve como «medicamento» en el tratamiento de hasta 26 enfermedades diferentes:
- Enfermedades psiquiátricas (depresión, ansiedad, estrés, esquizofrenia).
- Enfermedades neurológicas (demencia, enfermedad de Parkinson, esclerosis múltiple).
- Enfermedades metabólicas (obesidad, hiperlipidemia, síndrome metabólico, síndrome de ovario poliquístico, la diabetes).
- Enfermedades cardiovasculares (hipertensión, enfermedad cardíaca coronaria, insuficiencia cardiaca).
- Enfermedades pulmonares (enfermedad pulmonar obstructiva crónica, asma, fibrosis quística).
- Trastornos músculo-esqueléticos (artrosis, osteoporosis, dolor de espalda, artritis reumatoide).
- Cáncer.
Pero yendo un paso más allá, existen datos suficientes para tirar por tierra muchos de los esquemas que están preestablecidos en la medicina moderna y en la población en general. Por poner un ejemplo, muchos datos nos muestran que la inactividad física y el sedentarismo se correlacionan en mayor medida con el riesgo de muerte por cualquier causa, que otros marcadores y/o alteraciones en la salud a los que sí se les da más importancia.
El sedentarismo en sujetos con sobrepeso
Además, en sujetos con sobrepeso y/o obesidad la condición física (media por la capacidad cardiorrespiratoria) es un predictor más potente de la mortalidad que el propio índice de masa corporal (IMC) o que el porcentaje de grasa de estos sujetos (Gaesser et al 2015). Es decir, que en sujetos con sobrepeso y/obesidad es igual o más importante mejorar la condición física que perder grasa corporal para reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular y reducir la mortalidad por todas las causas.
Obviamente, tanto la reducción de la grasa corporal como la mejora de la condición física se van a dar y se deben de dar en los procesos de mejora de salud de estos pacientes, pero tendemos a centramos siempre más en lo estético que en lo funcional.
Y, analizando el metaanálisis de Barry et al 2014, vemos que los sujetos que padecen sobrepeso y/o obesidad, pero que a la vez hacen algo de ejercicio (y por tanto tienen una relativa y moderada aptitud cardiorrespiratoria), tienen menor riesgo de mortalidad y de padecer enfermedades que sujetos delgados con peso normal pero que tienen una mala aptitud cardiorrespiratoria. Obviamente, el mayor riesgo de todos lo tienen los sujetos con obesidad y además mala condición física. Es lo que denominamos obesidad patológica. Y a la contra, un sujeto determinado puede tener un peso ideal y adecuado para su altura, pero al mismo tiempo tener poca aptitud cardiorrespiratoria, lo cual hace que tenga mayor riesgo de enfermar o de muerte que un sujeto con sobrepeso y/o obesidad que tenga una mejor aptitud cardiorrespiratoria, un ejemplo más de que el peso por sí solo no sirve de nada.
Conclusiones sobre el sedentarismo y la condición física
En definitiva, lo que quiero decir, es que la condición física (aptitud cardiorrespiratoria) nos puede ofrecer más información del estado de salud de un sujeto que otros marcadores que se usan comúnmente en el ámbito sanitario. Sin embargo, la condición física cardiorrespiratoria no se mide y no se tiene en cuenta a día de hoy en este ámbito.
Pero no solo se trata de tener una buena condición física y una buena aptitud cardiorrespiratoria, sino que debemos tener en cuenta y valorar otro factor igual o más importante aún: la masa muscular y la fuerza. Y es que, si antes he comentado que el ejercicio es medicina, dentro de él podemos decir también que el entrenamiento de fuerza es medicina.