Local
El restaurante es grande y es un único espacio. Al entrar, a la derecha, está la cola para pedir, y a la izquierda todo lleno de mesas para sentarte con tu bandeja. En esa pared hay muchísimas fotos de famosos con el dueño del restaurante.
Dirección
205 E Houston St, New York, NY 10002, Estados Unidos.
Teléfono: +1 212-254-2246.
No tiene aparcamiento.
Web: katzsdelicatessen.com
¿Qué pedimos?
Éramos dos personas y pedimos:
- Sándwich de Pastrami clásico.
- Sándwich de Pastrami con queso y una salsa (nos lo recomendó el chico para que fuera algo diferente)
- Agua (es gratis en EEUU)
Servicio
Como suele ser habitual, los camareros en los chiringuitos van un poco hasta arriba de trabajo. Aun así, se percibe el carisma malagueño. Nada más sentarte ya te están apuntando una tanda de espetos de sardinas acompañando a la bebida.
PRECIO: 26 €/persona
Nuestra valoración
Otra recomendación que seguimos en el viaje por Estados Unidos fue este sitio. El mejor pastrami de Nueva York nos dijeron. Y la verdad es que las expectativas no las teníamos muy altas, porque los pastrami que habíamos probado hasta la fecha, la respuesta de ambos era un “meh”. Pero bueno, fuimos.
Nada más entrar nos dimos cuentas que de “meh” nada, que esto iba a ser épico y que además tenían un premio al mejor pastrami. Ya dentro del restaurante te dan un ticket por persona (consérvalo aunque el pedido lo hagas en un solo ticket y tengas uno en blanco que lo necesitas para salir) y te pones en la cola para pedir. Lo teníamos claro, queríamos el sándwich de pastrami común. Luego le pedimos otro de pastrami diferente y nos puso uno con queso y una salsa. Los sirven siempre con pepinillos, uno encurtido y otro normal por bocadillo.
Mientras lo cortan te dan a probar, y vaya tela la textura de la carne, ¡se deshacía en la boca! Y es que claro, así es la única manera de poder comerte el sándwich entero, porque llevaba una cantidad de pastrami impresionante.
Entre el pastrami de queso y el normal, nos gustó a ambos más el normal, que te lo sirven con mostaza.
¡Fue sin duda el mejor pastrami de nuestras vidas! De hecho, justo el mismo día que nos íbamos tuvimos que volver a repetir la experiencia.
Que no te falte cuando estés en Nueva York.